domingo, 30 de octubre de 2011

COLOQUIO INTERNACIONAL GINEBRA-OCTUBRE 2011

América Latina y la «Ginebra internacional» de entre-guerras: los inicios de una integración regional e internacional

Organizadores Yannick Wehrli y Aline Helg, Université de Genève.


A fines de octubre de este año, la Universidad de Ginebra, con el apoyo de la Sociedad Suiza de americanistas y el proyecto del Centenario de la OIT organizó el Coloquio « L'Amérique latine et la Genève internationale durant l'entre-deux-guerres », donde se presentaron cerca de una veintena de ponencias organizadas en seis sesiones:

PREMIERE SESSION :   Intellectuels, Idéalisme Pacifiste et Projet Coopératif Universel
DEUXIEME SESSION :  Multilatéralisme, Maintien de la Paix et Souveraineté Nationale
TROISIEME SESSION :  Universalisme et Particularismes Régionaux
QUATRIEME SESSION : Experts, Réseaux et Construction de Normes I
CINQUIEME SESSION :  Experts, Réseaux et Construction de Normes II :
                                          la Question du Travail
SIXIEME SESSION :      Echec ou Promesse d’Avenir ?

      Por nuestro interés particular, especial atención tuvieron las ponencias que trataron sobre la relación de la OIT y América Latina. Algunas de las conclusiones llamaban la atención en la necesidad de estudiar la institución de Ginebra en relación con los espacios regionales que se comenzaron a constituir en la década de 1930, de avanzar en el estudio de la cooperación técnica que la OIT llevó a cabo en el continente, así como la posibilidad que ofreció el continente de mostrar una realidad más compleja y diferente del modelo europeo de desarrollo social y económico. En todo caso todas las ponencias mostraron el interés renovado que en los últimos años ha tenido el estudio de las instituciones internacionales, ahora bajo los enfoques llamados transnacionales.



                                                                     Una de las sesiones del coloquio

                                                 Profesor Patricio Herrera mostrando su simpatía a la galería


                                                                                            Trabajo serio en los archivos de la OIT, Ginebra


                                                                                                           El expositor no está predicando

                                                                                                                La niña era de fierro

jueves, 22 de septiembre de 2011

LA OIT Y SUS FUNCIONARIOS




PARTE III

LOS FUNCIONARIOS LATINOAMERICANOS EN LA OIT

En el caso de las relaciones entre la OIT y la América Latina, su conducción  estuvo a cargo del corresponsal residente en Madrid Antonio Fabra Ribas.  Licenciado en Filosofía y Letras, había completado su formación con una serie de cursos de economía política, finanzas públicas et derecho administrativo en la Universidad de Barcelona[1]. Fabra Ribas era funcionario del “Instituto de Reformas Sociales de Madrid” y, desde esa plataforma, cumplió una labor importante de difusión de los ideales de la OIT en América Latina. Por ejemplo, de manera temprana publicó un libro sobre la OIT con prólogo de Albert Thomas, que puede ser considerado un primer intento de construir una imagen sobre la institución de Ginebra dirigido al público de habla hispana[2]. 
     Así, contratado bajo el marco del sistema de colaboración externa en 1921, se transformará en un importante funcionario encargado de llevar las relaciones del BIT con América Latina. Su formación profesional muy próxima a las tareas encomendadas por Albert Thomas, así como el manejo de varios idiomas, se cruzaba con sus contactos políticos en España y en algunos países del continente americano.
     Una tarea importante de Fabra Ribas en la oficina de Madrid comprendió la preparación de una edición en español de Informations sociales, la revista de la OIT, donde se seleccionaban artículos de acuerdo a los intereses de la región.
      En su cargo de responsable de dirigir la oficina de Madrid, debía coordinar en algunos aspectos el trabajo de los corresponsales latinoamericanos, en especial cuando tuvo que organizar el viaje de Albert Thomas en América del Sur en 1925.
      Ese acercamiento de la OIT con la región supuso el interés del Director de la OIT de contratar funcionarios latinoamericanos o corresponsales que cumplieran la labor de informantes en los propios países. Al respecto es importante destacar la figura de dos chilenos que tuvieron destacada participación en el trabajo administrativo del BIT.

Carlos García Palacios


Con estudios de Derecho y Filosofía fue contratado en el Servicio de Informaciones y Relaciones del BIT en 1922. Sus responsabilidades estuvieron en un primero momento dirigidas al análisis de la prensa latinoamericana, a la preparación de notas para la revista Informaciones Sociales, y la redacción de cartas y documentos en español. Tuvo un rol importante en la preparación de la visita de Albert Thomas a América del Sur en 1925, y actuando como corresponsal en terreno preparará un informe sobre la situación social y económica de la región del salitre del norte de Chile, en ocasión de esa visita del Director. Informe que publicaremos próximamente.




Moisés Poblete Troncoso

Director de la Oficina del Trabajo durante el gobierno de Arturo Alessandri, redactó el proyecto de Código Laboral presentado al Congreso en 1921. Reconocido por su formación universitaria, sub-secretario de Estado de la Previsión y del Trabajo, profesor a la Universidad de Chile, Moisés Poblete fue contratado en 1927 por el BIT de manera temporal. Incorporado a la División de Relaciones, en categoría miembro de sección B, sus funciones serán las siguientes: a) ocuparse de las relaciones con Chile, b) dirigir la preparación de un volumen de la serie legislativa sobre la legislación social sudamericana, c), intensificar el esfuerzo de ratificación de los países sudamericanos[3]. En 1929 Poblete devendrá funcionario permanente.
       Como funcionario encargado de las relaciones con América Latina, será responsable de hacer la primera recopilación sobre la legislación social del continente, publicada en dos volúmenes en 1928[4].  



[1] AOIT, P2228, Fabra Ribas
[2] Antonio Fabra Ribas, La Organización internacional del trabajo, Madrid, Javier Morata Editor, 1925
[3] « Extrait du rapport du 3 mai 1927, N°33 », AOIT, P 2037, M. Poblete Troncoso.
[4] OIT, Legislación social de América Latina, Vol. I-II, Ginebra, OIT, 1928-1929.

miércoles, 10 de agosto de 2011

LA PRIMERA BUROCRACIA SOCIAL

PARTE II

LA OIT Y SUS FUNCIONARIOS


El estudio de una burocracia internacional ha sido objeto de interés en el último tiempo. Largamente desdeñada de los estudios de las instituciones internacionales, se ha colocado atención en ellas por la capacidad de iluminar la vida cotidiana de las mismas organizaciones, también por la posibilidad que ofrecen de pensar el desarrollo administrativo más cercano a los actores y sus prácticas, así como para poner el acento en los conflictos que cruzaban en su etapa inicial de reconocimiento: su dimensión técnica, valórica, incluso política[1].
    La formación de una burocracia social en la OIT no fue fácil, considerando las dificultades presupuestarias, la ausencia en la época de prácticas de reclutamiento y de carrera funcionaria, o por los mismos eventos políticos y económicos de los primeros años[2].
      El rol de esa primera burocracia social no es despreciable teniendo en cuenta la necesidad de avanzar en una institución portadora de los ideales de paz universal y de justicia social después de la Primera Guerra mundial. Si la OIT había supuesto un modelo de organización institucional plenamente innovador con respecto a las precedentes organizaciones de naturaleza social -al incorporar la participación tripartita y la reunión de conferencias anuales para vigilar la puesta en práctica de una legislación social-, en materia de formación de una burocracia interna la OIT avanzó también en la modernización permanente de sus procesos administrativos. Al respecto es necesario señalar la capacidad de la OIT en construir un cuadro administrativo competente en materia de trabajo, abierto a varias nacionalidades y con un programa de promoción basado en informes anuales que aseguraban el compromiso del personal.
         El status de los funcionarios del BIT era de funcionario internacional, no sometido a la soberanía de los Estados y comprometido con la institución de Ginebra a partir de la firma de un contrato de lealtad.


                                             

       Un aspecto también innovador dice relación con la creación de oficinas de correspondencia y de corresponsales repartidas por el mundo. La necesidad de establecer relaciones constantes con la marcha política y social de las naciones más importantes, así como el peligro de formar una organización excesivamente centralizada, llevó a la OIT a conformar una burocracia verdaderamente internacional.  
     




[1] François Dubet, Le déclin de l’institution, Paris, Seuil, 2002.
[2] Un interesante y casi único trabajo sobre la burocracia de la OIT es el de Veronique Plata, Le recrutement des fonctionnaires du Bureau international du travail en 1920 : une approche prosopographique, Université de Genève, 2010. 

lunes, 18 de julio de 2011

LOS ARCHIVOS DE LA OIT

LOS ARCHIVOS DE LA OIT: de un centro de documentación a un reservorio de la conciencia social

Iniciamos con esta publicación una serie de relatos sobre los archivos existentes en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con sede en Ginebra y que son fundamentales a la hora de trabajar temáticas laborales en un contexto de estudios transnacionales.





PARTE I   EL GABINETE DE ALBERT THOMAS

El origen de la OIT es bien conocido y se enmarca en los acuerdos del Tratado de Versalles que ponen fin a la Primera Guerra Mundial. Albert Thomas dirige la Oficina internacional del trabajo (BIT), la cual cumple funciones de consejo ejecutivo, entre 1920 y 1932.
     Es así como los archivos de la OIT se confunden en un primer momento con la documentación que va reuniendo Albert Thomas a través de sus viajes, reuniones, cartas y documentos oficiales. Solo con el tiempo, y cuando la funciones del BIT se centren en su sede definitiva en Ginebra, se irán diferenciando la documentación oficial del Registro central y la documentación más personal y directa del Director Albert Thomas. Así nace el Fondo o más conocido Gabinete Albert Thomas.

     El Gabinete está formado por:

a)      Correspondencia.
b)      Textos de discursos, conferencias, artículos, etc.
c)      Notas, informes, estudios de corresponsales.
d)     Libros, manuscritos y artículos de periódicos.

     Tal como señala Romo Becci, “este conjunto de alrededor de 32 metros lineales aporta preciosa información sobre el hombre, el hombre de corazón, de pensamiento y de acción, el negociador, el realizador, el administrador, el director, el animador, el orador, el escritor, el hombre político; y también sobre la vida y la actividad del BIT, sobre las cuestiones sociales e incluso sobre algunos grandes problemas de política internacional para el periodo comprendido entre 1913 y 1932” (Les Cahiers Irice, N°2, 2008).
    
Los viajes de Albert Thomas:

Un aspecto fundamental para conocer la naturaleza del funcionamiento del BIT, así como las modalidades de organización de la información por parte del Gabinete Albert Thomas son los viajes de su Director. Se calcula que entre 1920 y 1932 visitó 39 países en las más variadas partes del mundo, uno de cuyos viajes lo trajo por América del Sur en 1925.



viernes, 1 de julio de 2011

LOS TEXTOS ESCOLARES Y LA HISTORIA REGIONAL

SEMINARIO INTERNACIONAL
TEXTOS ESCOLARES DE HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES
Santiago de Chile, Diciembre 2008
MINEDUC


Juan Carlos Yáñez Andrade


La presente ponencia se enmarca dentro de un proyecto de investigación mayor, de carácter crítico exploratorio, sobre las modalidades de integración de la historia  regional en los textos escolares aprobados por el Ministerio de Educación en el subsector Historia de Chile. Se parte del supuesto que los estudios centrados en la capital (y en general la zona central  del país) han primado a la hora de elaborar los textos escolares, proyectando esa historia como clave explicativa de la historia nacional. 
     Señalamos que tal situación no permite visualizar las relaciones entre la historia regional y la  nacional, y el aporte que los estudios locales pueden hacer a la comprensión de los procesos nacionales. Además de no estar en consonancia con las exigencias de la reforma educacional actual, la cual apunta a contextualizar la enseñanza, incorporando la realidad local como forma de reconocimiento del entorno por parte del alumno, tal como lo señalan los Planes y Programas de Historia y Ciencias Sociales (2º Año de Enseñanza Media).


Leer texto completo

miércoles, 8 de junio de 2011

El "San Lunes" Y EL TRABAJO


ARTICULO: ENTRE EL DERECHO Y EL DEBER. EL "SAN LUNES" EN EL IDEARIO LABORAL CHILENO, 1900-1920 

   Revista de Historia y Geografía, N°18, 2004.

El artículo aborda el ausentismo laboral denominado “San Lunes” en un contexto de discusión de una naciente legislación social. Para ello se analizan los discursos críticos provenientes de la elite y la postura que tuvo el naciente movimiento obrero. Se plantea como idea central que hubo cierta coincidencia entre el empresariado y los líderes obreros en torno al mejoramiento de las condiciones laborales a cambio de un mandato contractual que prohibiera prácticas tradicionales como el “San Lunes”.

Introducción

Qué duda cabe, el “San Lunes” se instaló en el ideario laboral de nuestro país como la práctica por la cual los trabajadores faltan el primer día de trabajo. Las razones no importan mucho, lo concreto es que no se ha asistido al día considerado más importante de la semana laboral.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, el “San Lunes” parecía ser una práctica recurrente de los trabajadores chilenos, especialmente en aquellas actividades industriales sujetas a menos controles, que se regían por jornales, labores a trato, o en donde, simplemente, se trabajaba en función de las necesidades de los propios trabajadores. Para los sectores patronales y políticos, “El San Lunes” era la manifestación económico-laboral del vicio y del pecado, la expresión de que el alcoholismo, el juego y la prostitución habían calado hondo en la masa del pueblo. La historiografía ha interpretado estas prácticas –sumado a la movilidad espacial, por ejemplo– como un rechazo a la sujeción laboral, la expresión de cierta libertad frente al control empresarial, o bajo una óptica complementaria, como la lucha de los sectores populares en contra del despojo de la inicial acumulación capitalista.
    La ausencia laboral se transformó en una preocupación creciente para las autoridades, especialmente cuando los discursos oficiales reforzaban una imagen de la población no sujeta al control normativo, y en un contexto donde se debatía la falta de mano de obra en algunas industrias o momentos del año. A medida que se comenzó a discutir la naciente legislación social, como forma de poner freno a la explotación de los trabajadores y garantizar con ello un mejoramiento en las condiciones laborales, esta caracterización de la mano de obra chilena –cierta o no– justificó a aquellos sectores que vieron en la aprobación del descanso dominical y la reducción de la jornada de trabajo incentivos para los que no trabajaban o por lo menos respuestas que no tomaban en cuenta aquel diagnóstico de la realidad social.

jueves, 26 de mayo de 2011

LES ENJEUX TRANSNATIONAUX DANS LA CONSTRUCTION D’UN LABORATOIRE SOCIAL REGIONAL


   
                               
L’OIT ET L’AMERIQUE DU SUD (1919-1946)

I.- Introducción

Este proyecto de investigación nace de la necesidad de reflexionar sobre los procesos transnacionales en la formación de un campo social latinoamericano. Ese campo social supone un espacio o dominio donde diferentes actores actúan y buscan legitimarse frente a problemas que no son ni políticos, ni económicos estrictamente hablando, sino sociales. Es decir que comprenden un amplio espectro que puede ir desde los problemas del trabajo hasta las condiciones de vida en general. 
         Frente a una historiografía latinoamericana centrada en los procesos de formación del Estado nación o en la dimensión nacional de las temáticas analizadas, este estudio busca situarse a contracorriente de esas perspectivas. En el cruce de la historia del trabajo, de las instituciones internacionales, de la cooperación regional, de las políticas sociales y de la historia de la producción de saberes, la investigación busca tomar como eje la dimensión transnacional de cada uno de esos desarrollos.


II.- FORMULACION


Si la mayoría de las investigaciones actuales sobre la formación del Estado social se reconocen pertenecientes a la corriente de los estudios transnacionales[1], cada una ha debido de dar cuenta cómo sus perspectivas analíticas sobrepasan, confrontan y subvierten lo nacional, siguiendo la bella expresión de Pierre-Yves Saunier[2]. Ese modelo de internacionalización de lo social busca explicar la puesta en práctica de reformas sociales en diferentes países de una manera paralela. Por ello se recurre a algunas variables principales: la existencia de un área de circulación de ideas, de programas y de políticas que comprenden el espacio físico donde las experiencias sociales son compartidas y discutidas; una red de reformadores sociales que se benefician de encuentros, de congresos, de traducciones y de lecturas para desarrollarse; y las instituciones, por lo general de carácter internacional, que organizan los campos de acción de la reforma social y que al mismo tiempo ayudan a internacionalizar las redes existentes o a crear nuevas redes.
         América Latina es una región rica para el estudio de este tipo de experiencias. Por ejemplo, los congresos y las conferencias panamericanas fueron importantes medios de difusión de nuevas corrientes sociales e instancias de producción de saberes durante la primera mitad del siglo XX. Notablemente los congresos científicos americanos  y algunas instituciones de difusión del pensamiento social –como el Museo Social Argentino– jugaron un rol importante. Las Oficinas o Departamentos del trabajo que nacieron durante la primera y segunda década del siglo XX fueron instituciones propicias para la formación de una burocracia social con alcances internacionales.
         El objetivo central del presente proyecto es investigar cómo se ponen en práctica las circulaciones, los marcos de relaciones, las transferencias y los programas de acción transnacional lentamente incubados en los primeros años del siglo XX en torno a una nueva institución que portará los valores sociales universales como marca de origen: la Organización Internacional del Trabajo (OIT).  Así, de esta forma, se busca articular en una dimensión global y de una manera concreta las variables anteriormente planteadas: una intelectualidad activa y con lazos internacionales, los problemas sociales que poco a poco comienzan a ser pensados en su dimensión global, la formación de una burocracia nacional con proyecciones internacionales, etc.    
          Es necesario ponerse a la defensiva de las perspectivas puramente institucionales que han abordado el estudio de las organizaciones internacionales, para situarlas en los contextos históricos y geográficos concretos, además de reconocer el rol catalizador de la OIT en el desarrollo de procesos de carácter regional[3]. Todo esto obliga a la institución de Ginebra a estar atenta a lo que pasa en el continente y a ser receptiva a la influencia que producen los diagnósticos, los discursos y las lecturas sobre la realidad latinoamericana.
         El estudio del posicionamiento de la OIT en el continente americano puede ser organizado en torno a dos grandes momentos:
a) Los primeros contactos de la OIT con la región. Las vinculaciones que la OIT logra establecer con las Oficinas o Departamentos del trabajo de las principales naciones del continente. Aquí juegan un rol importante los viajes que Albert Thomas (Director de la OIT) realiza a México en 1923 y a Sudamérica en 1925.
b) Toda la etapa de colaboración técnica que se inicia con el desarrollo de los Congresos Regionales del Trabajo entre 1936 y 1946, desarrollados sucesivamente en Santiago de Chile, La Habana y Ciudad de México. Esta etapa continúa con las sucesivas misiones técnicas de la OIT para asesorar a los gobiernos de la región en la reforma de sus códigos del trabajo o en la implementación de los sistemas de seguro social.
         En esta etapa la noción de laboratorio social regional es clave, ya que actúa, en primer lugar, como categoría analítica que sitúa localmente aquello que ha sido estudiado para otros lugares del mundo con pretensiones universales[4] y, en segundo lugar, como concepto operacional que permite poner en valor todo aquello que circula en esta área de circulación americana. Área de circulación donde los intereses de la OIT, de los gobiernos nacionales, de las instancias de cooperación regional (como la Unión Panamericana), de las instituciones filantrópicas, de las organizaciones sindicales, del empresariado nacional, entre otros actores, son confusamente mezclados. Finalmente ese laboratorio regional supone el análisis de los instrumentos y de los procedimientos de intervención desarrollados por las instancias de cooperación regional y en que OIT se transforma en un socio clave para la América Latina.

III.- FUENTES Y ARCHIVOS:

El primer elemento a tener en cuenta en un estudio que busca a poner en evidencia amplias áreas de circulación es la dispersión de las fuentes. Por este motivo se ha elegido trabajar las fuentes disponibles para organizar un listado de recursos puestos a disposición por las diferentes instituciones que ofrecen una documentación importante para cada tema. El criterio de selección es el alcance internacional de los debates, de las opiniones y de los temas que esas instituciones o fuentes tratan. Por ejemplo, una fuente como los archivos de la OIT en Ginebra es fundamental porque por su naturaleza de institución con pretensiones universales concentra una gran cantidad de información sobre los países miembros y en consecuencia un material precioso sobre muchos temas relativos a lo social y al trabajo. Como complemento, la información que ofrecen los archivos y las publicaciones de las Oficinas o Departamentos de los distintos países es importante por la construcción de un punto de referencia local que permite reflexionar sobre las instituciones y una burocracia social en paralelo al nacimiento de la OIT. La perspectiva comparada favorece la comprensión de la institucionalidad de cada país (Departamentos del trabajo, legislación laboral, dinámicas sindicales, etc.) en relación a los ritmos impuestos por las realidades nacionales y regionales.  




[1] Pierre-Yves Saunier, “Les régimes circulatoires du domaine social 1800-1940 : projets et ingénierie de la convergence et de la différence”, Genèses, Nº71, Junio 2008 ; Pierre-Yves Saunier, “Circulations, connexions et espaces transnationaux”, Genèses, Nº57, Diciembre 2004 ; Sandrine Kott, “Une ‘communauté épistémique’ du social ? Experts de l’OIT et internationalisation des politiques sociales dans l’entre-deux-guerres”, Genèses, Nº71, 2008.
[2] Pierre-Yves Saunier, op. cit.
[3] La formación de organizaciones sindicales con ambiciones continentales, como la CTAL, es un buen ejemplo de los procesos de integración regional cada vez más comunes al continente. 
[4] Christian Topalov (Ed.), Laboratoires du nouveau siècle. La nébuleuse réformatrice et ses réseaux en France, 1880-1914, Paris, EHESS, 1999 ; Ives Cohen et Rémi Baudouï (Ed.), Les chantiers de la paix sociale (1900-1940), Fontenay/Saint Cloud, ENS Editions, 1995 ; Sandrine Kott, “Une ‘communauté épistémique’ du social ? Experts de l’OIT et internationalisation des politiques sociales dans l’entre-deux-guerres”, Genèses, Nº71, 2008.

miércoles, 25 de mayo de 2011

domingo, 22 de mayo de 2011

América latina y las organizaciones internacionales de Ginebra en el periodo de entre-guerras : los inicios de una integración regional e internacional





Congreso organizado por la Sociedad Suiza de Americanistas (SSA) y la Universidad
de Ginebra en colaboración con el Proyecto del Centenario de la OIT.
Fecha : 28-29 de octubre 2011
Lugar : Universidad de Ginebra (Suiza)
Organizadores : Yannick Wehrli (SSA)
Prof. Aline Helg (Universidad de Ginebra)

jueves, 28 de abril de 2011


HOMBRES DE METAL. Trabajadores ferroviarios y metalúrgicos chilenos en el ciclo salitrero: 1880-1930
Editor Mario Matus
Ediciones: Universidad de Chile
Año: 2010


Las condiciones de los trabajadores durante el ciclo salitrero: 1880-1930:Una perspectiva institucional


            Juan Carlos Yáñez Andrade
Programa de Doctorado, Centre de Recherches Historiques, EHESS-Paris, Becario Conicyt-Chile yanezandrade@gmail.com


Presentación


El debate sobre las condiciones de vida de los trabajadores, como efecto del proceso de industrialización y de urbanización, no es nuevo desde un punto de vista historiográfico. Clásica es la polémica provocada por la obra colectiva editada en 1954 por Friedrich Hayek bajo el título El capitalismo y los historiadores [1997]. Lo central del estudio destacaba el mejoramiento de las condiciones de vida que había provocado la Revolución Industrial y que mucha de la literatura miserabilista del periodo se había debido más a razones ideológicas que reales. Dos aspectos pueden ser considerados los más polémicos de aquel debate. En primer lugar, se señalaba que el quiebre provocado por la Revolución Industrial había sido de tal magnitud que las condiciones de subsistencia y precariedad de importantes grupos de la población se hicieron evidentes a todo observador de la época. Esto habría producido un doble efecto: idealizar las condiciones de vida de la sociedad pre-industrial y destacar solo los efectos negativos de la industrialización.

Para los diferentes autores de El capitalismo y los historiadores, las condiciones de vida de los trabajadores habían mejorado sustancialmente por efecto de la industrialización, beneficiándose de mayores ingresos, de mejores productos y más baratos, mejorando de paso las condiciones de higiene y la esperanza de vida. Sin embargo, en segundo lugar, se atacó no solo el sentido común que muchos historiadores tenían sobre los efectos de la Revolución Industrial, sino en especial su visión pesimista del progreso económico, los cuales valoraban sus logros pero cuestionaban las modalidades históricas que había asumido. Para los autores del estudio si el progreso económico era indisociable del desarrollo del capitalismo lo único que podía esperarse del futuro eran cosas buenas.

¿Qué posibilidades nos ofrece en la actualidad la relectura de este libro? No conozco para el caso latinoamericano o chileno estudios que permitan dan cuenta, a modo más o menos conclusivo, sobre tal problemática. Por otra parte, ¿es acaso real la actitud un tanto conservadora de cierta intelectualidad enfrentada a evaluar los efectos provocados por la urbanización e industrialización en sociedades con fuertes rasgos tradicionales? Lo que sí es cierto es que nuestros autores del polémico libro se beneficiaron de dos condiciones que no tuvieron los intelectuales miserabilistas de la época industrial. Primero: una base de datos y formulación estadística que les facilitó cerrar en parte el debate. Segundo: el situarse a mediados del siglo XX, lo que les permitió tener una amplia perspectiva temporal para conocer el final de la historia o al menos el fin del problema. La suerte estaba, al parecer, para el lado del progreso y el capitalismo.

Yo quisiera profitar de tal suerte para orientar, de una manera reducida y en torno a mis propios estudios, el debate en el caso chileno. Para ser claros, me parece que enfrentados al siglo XXI, deberíamos tener la misma perspectiva histórica para poder hacer una evaluación sobre las condiciones de vida de los trabajadores durante el ciclo salitrero y las consecuencias de los procesos de industrialización y urbanización con respecto a la situación anterior. Además, deberíamos aprovechar de las mismas ventajas que nos ofrece la evolución de las ciencias sociales, en cuanto a enfoques, métodos y categorías analíticas nuevas.

Una mirada intencional

Esta presentación no buscará dar cuenta de todos los avances sobre la materia, ni intentar contestar de una manera definitiva a la pregunta de cuáles eran las condiciones de los trabajadores en el ciclo salitrero, sino avanzar sobre algunos criterios que debieran tenerse en cuenta para mejor orientar o enriquecer el debate. Reconociendo de paso que la principal dificultad historiográfica para entrar de lleno al problema es que faltan estudios específicos sobre algunas actividades productivas, condiciones de ingreso y consumo, entre otros aspectos. Las conclusiones, por consecuencia, siempre rentarán preliminares.

Mi enfoque, debo aclarar, es el institucional, el cual he venido intentando aplicar en los últimos años [Yánez, 2000, 2003, 2008]. Esta perspectiva supone comprender los procesos sociales y económicos dentro de la dinámica de evolución de las instituciones. Tal enfoque busca superar los análisis clásicos que reducían los estudios sociales y económicos a las condiciones materiales de la existencia o al funcionamiento de los factores productivos en condiciones de comportamiento racional [North, 1990]. A esta perspectiva se deben complementar los enfoques neo-funcionalistas que ponen el acento en las condiciones de funcionamiento y organización social a partir de procesos e instituciones que buscan la integración de los diferentes grupos que componen la sociedad. En el caso de la organización laboral, se destaca el rol que juega el trabajo como elemento de integración social, y asignador de derechos, y el contrato laboral como expresión jurídica de la superación de los conflictos [Donzelot, 1994; Castel, 1997].  En esta oportunidad no quisiera dejar de nombrar el estudio pionero de Karl Polanyi [2004], enmarcado en una perspectiva de antropología económica, el cual destacó los mecanismos de integración económica con fuerte arraigo social y organización institucional, destacando en particular el mecanismo de la reciprocidad y de la redistribución. 

En concreto, el común denominador de estas perspectivas –más allá de las diferencias obvias– es que los criterios a los cuales un historiador debiera echar mano para evaluar las condiciones de vida de los trabajadores, no debieran ser solo los cuantitativos (indicadores económicos de por medio). Por ejemplo, para el caso chileno, nadie puede negar que la crisis económica de 1914 y 1921 significó una experiencia de real precarización para los trabajadores (quizás la primera en términos modernos), pero en donde germinaron procesos significativos, sin los cuales no podemos pensar la historia laboral del siglo XX. Fue en torno a esta crisis donde se alzaron voces demandando el derecho al trabajo, el mejoramiento de las condiciones de vida y afianzando lo que podríamos denominar una cultura del trabajo, es decir en donde las identidades laborales son indisociables de un trabajo estable, pagadero en su totalidad en moneda y con una estabilidad de ingresos, consagrada por un contrato de trabajo. Esta perspectiva que puede aparecer un tanto mecánica ha comenzado a ser estudiada por algunos historiadores [Grez, 2002; Pinto, 1998], dando cuenta de una historia que no necesariamente avanza en una dirección determinada y es más compleja en cuanto a sus posibilidades. 

Este será nuestro marco –y horizonte– para intentar evaluar cuáles eran las condiciones que presentaban los trabajadores en los primeros años del siglo XX, así como intentar ofrecer una perspectiva histórica en torno a si estas condiciones fueron mejores o peores a aquellas  existentes antes del ciclo salitrero.


Condiciones de vida

El mejoramiento de las condiciones de trabajo a través de la legislación social no debiera, a estas alturas, ser desconocido. En nuestro país el ideario laboral tuvo un recorrido que podríamos definir desde el mejoramiento del espacio urbano (con la ley de habitaciones obreras de 1906) a la organización del trabajo (con la ley de accidentes laborales de 1916, el decreto de conciliación y arbitraje de 1917 y la ley de contrato de trabajo de 1924). Esto nos muestra una política social no del todo definida, que deambuló entre la preocupación por los problemas de higiene y los aspectos de seguridad en el medio productivo. De todas formas la manera ininterrumpida en que fueron aprobadas las leyes laborales en Chile (entre 1906 y 1931), nos habla de la creencia que diversos sectores tuvieron en el poder transformador de la ley.

Quisiera hacer referencia a tres aspectos que nos permiten conocer cómo eran las condiciones de los trabajadores hacia los primeros años del siglo XX y evaluar, desde una perspectiva institucional, cuánto había cambiado la dinámica social en torno al trabajo.

Como hicimos referencia anteriormente, la crisis económica de 1914 y 1921 mostró comportamientos empresariales diferenciados. Para el caso de las industrias urbanas, como lo señaló el historiador Marcelo Carmagnani [1998], pese al masivo desempleo existente en la época, el empresariado estuvo en condiciones de mantener el nivel de ingreso de sus trabajadores, en un marco de relativa estabilidad, como forma de no afectar la economía salarial de la cual las mismas industrias eran dependientes. Sin embargo, la estabilidad laboral no puede ser un aspecto solo explicado por dinámicas económicas. Una consecuencia inesperada de esta crisis fue la discusión sobre el contrato de trabajo como forma de lograr la estabilidad en el empleo e ingreso. Si bien nunca hubo una lucha explícita en torno al contrato de trabajo y las relaciones laborales se regularon con acuerdos verbales, parciales y a trato, pronto el contrato fue visto como un signo de las condiciones a las cuales estaban dispuestos a someterse los trabajadores y empresarios. Para los trabajadores será la garantía de una estabilidad en su experiencia asalariada y para los empresarios la estabilidad en sus condiciones de producción. De esta forma, los contratos de trabajo no solo sirvieron para explicitar los términos en los cuales se incorporaba la mano de obra al proceso productivo, sino a la seguridad jurídica en un contexto de crisis económica. De paso esto podría explicar la emergencia de un universo laboral mucho más diferenciado que el existente en el siglo XIX, y de paso la transformación del discurso de la imprevisión que enarboló históricamente la elite sobre el mundo popular.

En un segundo aspecto, fue precisamente en torno a la coyuntura de 1914 y 1921, donde se hicieron más avances en la reducción de la jornada de trabajo, de tal forma que hacia 1920 un estudio de la época podía mostrar que al menos en las principales industrias urbanas, portuarias, y algunas mineras, la jornada diaria rondaba las ocho o nueve como máximo [Morales, 1926]. Esta sí fue una demanda sentida por el movimiento obrero, en especial cuando se logró la conquista del descanso dominical en 1907. Para el movimiento obrero será un símbolo de lucha y para los empresarios una cuestión de productividad. A la pregunta de cuánto era el tiempo máximo que los trabajadores debían trabajar en las fábricas, los obreros responderán con la ya clásica partición de la jornada en tres: un tercio para el trabajo, un tercio para su formación y un tercio para el descanso. Los empresarios estarán abiertos a los estudios provenientes de la organización científica del trabajo, que destacaban la influencia de extensas jornadas de trabajo en la ocurrencia de accidentes. Ahora, ¿cuál sería ese tiempo a que debiera corresponder una jornada de trabajo? Nunca estuvo del todo claro. Solo nos interesa destacar que la organización de la producción en una jornada de ocho horas dejó abiertas las posibilidades para pensar la formación del capital humano en las industrias, el tiempo del ocio y del consumo, y el desarrollo de nuevos y mejores servicios, en fin, la reducción de la conflictividad y el aumento, por ese hecho, de la productividad.


En un tercer aspecto, en la misma coyuntura de 1914 y 1921, se avanzó en el proceso de asalarización de las relaciones laborales. Paradojalmente los cesantes provenientes, principalmente, de las salitreras no estuvieron dispuestos a responder a las ofertas de empleos de las zonas agrícolas del país, en gran parte, como lo señalan las fuentes de la época [Vial, 1981], porque se habían acostumbrado al pago de sus salarios en dinero y no en comida o alojamiento, modalidad que era común en el campo. El salario cada vez más fue medido en términos de productividad y la producción promovida a través de estímulos monetarios. Cuando se produjo la reapertura de las salitreras, que habían cerrado por la crisis, muchos trabajadores no estuvieron dispuestos a volver al norte, porque se habían adaptado al ritmo laboral de la urbe, que ofrecía dos condiciones frente a las cuales no podían competir ni la minería ni el campo: mayor estabilidad de las actividades productivas y un ingreso pagado en su totalidad en metálico, respectivamente.

A lo anterior debiéramos agregar el desarrollo de dos modalidades institucionales que ayudaron a asentar la sociedad salarial, en un contexto de mejora de las condiciones laborales y de ingreso. En primer lugar el movimiento sindical, donde se dieron nuevas modalidades de lucha y organización de los trabajadores [Grez, 2000], dejando de lado las confrontaciones callejeras, motines y actos de violencia, y, en segundo lugar, las bolsas de trabajo (del Estado, de los empresarios y de los mismos trabajadores), las cuales ayudaron a organizar el mercado laboral [Yánez, 2007].

Avances y retrocesos

Nos podemos preguntar cuánto ganaron o perdieron los trabajadores con la dinámica de cambio institucional experimentada por el país en las primeras décadas del siglo XX. No hay una respuesta única. Podemos concordar en que ganaron mucho si la práctica de explotación empresarial se prologaba en el tiempo o que perdieron también mucho si reconocemos que el proyecto de “rebelión laboral” tenía probabilidades de éxito. 

Todos estos procesos de cambio institucional, nos permiten señalar de una manera general que, en términos de las condiciones laborales, la construcción de un marco legal de relaciones entre el capital y el trabajo, la organización del mercado laboral y la acción fiscalizadora del Estado, los trabajadores presentaron, a partir de las primeras décadas del siglo XX, sustanciales mejoras en sus condiciones de vida. Esto no supone excluir del análisis nuevas formas de exclusión, de fragmentación de la vida humana –paralela a la división del trabajo-, de marginalidad urbana, de alineación asociada al consumo, distribución desigual del ingreso o modalidades más refinadas de explotación del trabajo. Todo esto hemos conocido hasta el presente.

Como señalamos al inicio, mucho de estos análisis restan ambivalentes y preliminares, aunque debiéramos avanzar en una discusión más de fondo que, obviamente, no se agota en algunas páginas de un libro. Primero, ir aclarando de qué trabajadores estamos hablando, en cuanto a categorías socio-profesionales y sectores productivos. Segundo, establecer una cierta periodificación que nos permita comprender mejor el ciclo salitrero, por ser un marco temporal muy amplio y, por lo mismo, complejo, cuyos senderos nos pueden llevar por reflexiones que nos alejen de la pregunta central: qué beneficios los trabajadores obtuvieron de la industrialización y urbanización que produjo el ciclo salitrero en Chile.


BIBLIOGRAFIA

1.- Carmagnani, Marcelo [1998], Desarrollo industrial y subdesarrollo económico. El caso chileno (1860-1920), Santiago de Chile, Ediciones Dibam.

2.- Castel, Robert [1997], Las metamorfosis de la cuestión social, Buenos Aires, Paidos.

3.- Donzelot, Jacques [1994], L’invention du social, Paris, Editions du Seuil.
4;- Grez, Sergio [2000], “Transición en las formas de lucha: motines peonales y huelgas obreras en Chile (1891-1907)”, Historia, Vol. 33, Santiago.

    -[2002], “¿Autonomía o escudo protector? El movimiento obrero y popular y los mecanismos
     de conciliación y arbitraje (Chile, 1900-1924)”, Historia, Vol. 35, Santiago. 

5.- Hayek, Friedrich [1997], Los historiadores y el capitalismo, Madrid, Unión Editorial.

6.- Morales, José [1926], Estudios sobre los contratos de trabajo, Santiago, Apostolado de la Prensa.

7.- North, Douglass, [1990], Institutions, Institutional Change and Economic Performance, Cambridge, University Press.

8.- Offe, Claus [1992], La sociedad del trabajo, Madrid, Alianza Editorial.

9.- Pinto, Julio [1998], Trabajos y rebeldías en la pampa salitrera. El ciclo del salitre y la configuración de las identidades populares, Santiago, Ediciones Universidad de Santiago.

10.- Polanyi, Karl, [2004], La gran transformación, México, Fondo de Cultura Económica.

11.- Vial, Gonzalo [1981], Historia de Chile, Santiago, Editorial Portada.

12.- Yánez, Juan Carlos, [2000], “La Oficina del Trabajo (1907-1924)”, Mapocho, N°48,  Santiago.

    -[2003], Estado, consenso y crisis social. El espacio publico en Chile: 1900-1920, Santiago,
      Ediciones Dibam.

    -[2007], “Las Bolsas de Trabajo: Modernización y control del mercado laboral en Chile (1914-
      1921)”, Cuadernos de Historia, N°26, Santiago. 

    -[2008], La intervención social en Chile y el nacimiento de la sociedad salarial. 1907-1932,
      Santiago, Editorial Ril.