lunes, 25 de noviembre de 2013



historia en clave política e institucional:
a 10 años de estado, consenso y crisis social. el espacio público en chile: 1900-1920



Estado, consenso y crisis social. El espacio público en Chile: 1900-1920, Santiago, Centro de Investigaciones Barros Arana, 2003, Colección Sociedad y Cultura. 235 p.

Dr. Patricio Herrera González
Centro de Estudios Históricos
El Colegio de Michoacán

El historiador Juan Carlos Yáñez Andrade hace 20 años iniciaba su formación de posgrado en Historia, en la Universidad de Santiago de Chile. Sus preocupaciones al ingresar al magíster tenían relación con los itinerarios recorridos en Chile tendientes a la institucionalización, en un marco político-social y jurídico no exento de conflictos, de las relaciones capital-trabajo durante las primeras dos décadas del siglo XX. Si bien las dudas metodológicas y la disponibilidad de fuentes, en el transcurso de la investigación, embargaron a extraños y propios, Yáñez Andrade no dejó de revisar ningún repositorio documental existente en Chile, particularmente las fuentes inéditas e impresas disponibles en el Archivo Nacional, sección siglo XX, la colección de libros Raros y Valiosos de la Biblioteca del Congreso Nacional y la Biblioteca de Ministerio de Trabajo y Previsión Social. Tras la cuidada revisión de una base documental heterogénea y numerosa, al menos durante 4 años, el historiador defendió su investigación de tesis a mediados del año 1999, dirigida por el Dr. Sergio Grez Toso, que al cabo de unos años se convirtió en un importante libro, que vino a oxigenar la historia política e institucional sobre la “cuestión social” en pleno periodo parlamentario.               
Juan Carlos Yáñez realizó una investigación sistemática sobre la “cuestión social”, las relaciones socio-laborales y las acciones políticas –de parlamentarios, funcionarios del Estado y agrupaciones obreras– en la búsqueda de una solución a la crispación social de una parte significativa de los trabajadores asalariados. Su principal contribución historiográfica en esta investigación fue (re)pensar el rol del Estado y su apoyo a una agenda legislativa socio-laboral, demandada por la clase trabajadora e impulsada por una clase política minoritaria pero activa intelectualmente, que estaba convencida de que la represión hacia los trabajadores y sus movilizaciones era una solución inapropiada, solo concebible como herencia de un orden político tradicional, frente a un conflicto de clase que era –inevitablemente– moderno.
Mucho se ha discutido en la historiografía chilena, al menos desde finales de los años 1940, sobre el papel que le correspondió al Estado y al parlamento en allanar el camino hacia el reconocimiento de los obreros como agentes económicos y sujetos de derecho. Llegando a la conclusión, tanto los historiadores “marxistas clásicos” como los investigadores de la “Nueva historia social”, que su desempeño fue contener a las masas obreras, reprimiendo sus manifestaciones, cuestionando su discurso político-ideológico e incitando a los legisladores a no sumarse a sus reivindicaciones, por ser una amenaza para el orden social.
Contrariando las premisas sostenidas acríticamente, por décadas, principalmente aquellas que indicaban que la acción política de la elite en el periodo parlamentario no tuvo “vocación social y negociadora” para ocuparse de la situación socio-laboral de la clase trabajadora, además de desatender las posiciones ideológicas de los asalariados, obviar las condiciones materiales en que desarrollaban su existencia y las fórmulas (auto)asistenciales para sobrellevar su inestable realidad cotidiana, Yáñez Andrade decidió plantear una serie de hipótesis heterodoxas, lo que implicó cuestionar con peso específico la obra de los historiadores nacionales e investigadores extranjeros que vienen desarrollando la temática desde finales de los año 1940 hasta el tiempo presente, así aparecen el horizonte historiadores tales como: Julio César Jobet, Hernán Ramírez Necochea, Jorge Barría, Fernando Ortiz Letelier, Luis Vitale, James Morris, Crisóstomo Pizarro, Gabriel Salazar, Julio Pinto, Sergio Grez y María Angélica Illanes, entre muchos otros.
La perspectiva desarrollada por Juan Carlos Yáñez en esta investigación es de carácter institucional-política, porque está convencido de que las instituciones tienen un rol central en la constitución del Estado social. Ellas establecen marcos de acción, un consenso de las sensibilidades expresadas por los grupos de interés y unifican procedimientos de los actores político-sociales al visualizar los problemas sociales. Para ello fue fundamental su rescate del régimen parlamentario, clave que no había sido trabajada para pensar la “cuestión social”. Apoyándose en los textos clásicos de Julio Heisse y en la teoría política de un Arturo Valenzuela, que vieron en el parlamentarismo una renovación del sistema político y la clave en el desarrollo de las redes clientelares, queda claro que el consenso político-social solo es posible en un sistema de partidos y régimen electoral altamente competitivo y que necesita de la inclusión para su legitimación. Así, siguiendo sistemáticamente los debates parlamentarios, Juan Carlos Yáñez nos presenta el juego de la política parlamentaria y sus cualidades para acoger las crecientes demandas de actores y partidos obreros.
De esta forma, Yáñez Andrade superó con argumentos historiográficos, provenientes de sus fuentes de primera mano, las representaciones prejuiciadas que la vieja y la nueva historia social tienen del Estado –represor–, la clase política parlamentaria –indolente– y de la organización obrera –heroica– sosteniendo a lo largo de toda su investigación que la organización social del trabajo en Chile, durante las primeras dos décadas del siglo XX, fue resultado del consenso político, social y económico de algunos personeros de Estado, una facción progresista de la clase política, los empresarios y los trabajadores –aquellos dispuestos a integrarse–, que aun existiendo conflictos entre todas la partes optaron por avanzar en establecer derechos y deberes que regularan las relaciones capital-trabajo. Con ello querían evitar las arbitrariedades, desplazar prácticas laborales de “antiguo régimen”, estableciendo reglas más o menos claras en un marco institucional cada vez más dispuesto a favorecer la conciliación y el arbitraje que la ruptura. En ese debate político hubo diversas posiciones ideológicas, que provenían de los sectores que tenían representatividad legal y legítima en el espacio público. Ahí estaban presentes los conservadores, fue el caso de Juan Enrique Concha; también la sensibilidad mesocrática, como el radical Valentín Letelier; incluso las posiciones más “jacobinas” del Chile del centenario pudieron expresarse a través de Luis Emilio Recabarren, fundador del Partido Obrero Socialista. Estos representantes del sistema político y sus colectividades no renunciaron a desarrollar acciones en procura de la “integración y cohesión social”, asumiendo que esa vía proporcionaba un incremento de los actores políticos en el escenario republicano con la consiguiente disputa por la gobernanza.
La contribución de su investigación se ha visto reflejado, por ejemplo, en los trabajos que Sergio Grez desarrolló a mediados de los años 2000, particularmente los que dicen relación con la conciliación y arbitraje. La legislación social, dominio tradicionalmente abordado por los abogados y estudiantes de Derecho, adquirió en las páginas de Estado, consenso y crisis social la legitimidad necesaria para pensar el rol que tuvo en el debate público de la época y en los mecanismos de control socio-laboral, en los cuales la historiadora María Angélica Illanes no  avanzó lo suficiente.
Luego de una década de la publicación de su libro es necesario hacer un punto de inflexión y reconocer que estamos en presencia de una investigación que nos invita a discernir sobre nuestro presente. En la actualidad el espacio público chileno está fragmentado en múltiples proyectos colectivos, que poco tienen que ver con un sentido único de país, menos con demandas exclusivamente nacionales. La clase política –profesional pero menos republicana que antaño– tiene escasa sintonía con el debate de las colectividades, lo que explica, por ejemplo, la inexistencia de políticas sociales hacia la población de la tercera y cuarta edad, expresado particularmente en la vuelta de espalda a la situación del sistema de pensiones, o para qué reiterar el abandono consciente del “duopolio” de la educación pública, círculo virtuoso en el pasado para la superación de la pobreza, el determinismo laboral y contribución sustancial para la integración del tejido social.

El libro de Yáñez Andrade es una excelente oportunidad para hacer una relectura de nuestros procesos de integración y desajustes sociales, pero también es útil para seguir promoviendo enfoques socio-históricos de un tema que, para el caso de Chile, sigue siendo una frontera abierta. 

jueves, 7 de noviembre de 2013


PRESENTACIÓN LIBRO 


AMÉRICA LATINA Y LA OIT 


Santiago, miércoles 6 de noviembre 2013. 



    Para mí es muy grato hacer esta introducción a la presentación del libro "América Latina y la Organización Internacional del Trabajo", tarea que se me ha encomendado por la ausencia de los coordinadores de la publicación, Fabián Herrera, profesor de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidaldo y Patricio Herrera, historiador chileno que viene de dar su examen de doctorado en México.   
                                                                           



     En 1927 Marc Bloch, a propósito  de la historia comparada señaló la necesidad de que los historiadores conocieran otros idiomas, establecieran nexos con historiadores de otros países, se promovieran alianzas universitarias, se abrieran los archivos nacionales a historiadores extranjeros, entre otras medidas, todo con el ánimo de salir de las márgenes estrechos de la historia nacional. Me parece que este libro responde y se enmarca en las exigencias planteadas por Marc Bloch

      Esta publicación nace a partir de un coloquio realizado en la Universidad de Ginebra en octubre del 2011 y que reunió a cerca de 20 historiadores interesados en las instituciones vinculadas a la SDN. Lo interesante es que descubrimos que investigadores de Brasil, de México, de Chile y de Suiza estábamos interesados en estudiar la OIT y su presencia en América Latina. Pero que además estábamos realizando las mismas lecturas y trabajando fuentes similares sin conocernos. Así, Fabián y Patricio se dieron a la tarea de reunir los artículos y preparar esta bella edición.

    Este libro no se habría  podido publicar sin el apoyo de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo, una Universidad pública y regional, interesada en promover el conocimiento sobre América Latina durante el siglo XX. Extiendo estos agradecimientos a la Universidad Alberto Hurtado y su programa de Magíster en Historia y políticas sociales, y en especial a María Soledad Zárate, directora del Departamento de Historia y a Daniel Palma director del mismo magíster por las facilidades ofrecidas para su presentación. Por último, quisiera agradecer al profesor Roberto Durán y al sr. Guillermo Miranda, director de la OIT-Chile, por aceptar la invitación a presentar el libro. 







Asistentes al evento en dependencias de la Universidad Alberto Hurtado

                                                                           
                                                                                           









Asistentes al evento en dependencias de la Universidad Alberto Hurtado